por Sergio Pastrana D’Abbadie
Pensar en un taza de té puede remontarnos a un momento de tranquilidad, pero pocos saben que también remonta a tiempos ancestrales e historias míticas.
China es la tierra de donde proviene el té y según la leyenda el emperador Sheng Nung, quien recomendaba a su pueblo beber solamente agua hervida por higiene, lo descubrió cuando las hojas de un extraño arbusto cayeron en su taza y le dieron un extraño color al agua, como le gustó el sabor siguió tomándolo.
Sin embargo, la leyenda no ha sido comprobada y la primera referencia escrita que se tiene de esta bebida es la de un cirujano chino que lo recomendaba para aumentar la capacidad de concentración hacia el siglo III a. C.
Fue tanto el éxito del té en esos tiempos que entre los años 733 y 804 nació el primer tratado titulado “Clásico del Té” en el cual se relataban los orígenes y características de la planta, el procesado de la hoja, la preparación de la infusión, las propiedades y calidades, así como las tradiciones que rodean su consumo.
Hasta tiempos de la Dinastía Ming, en China sólo se consumía té verde, pero conforme se desarrollaron procesos para su compra, venta y traslado, los chinos crearon distintas infusiones que declinaron en variantes para otros países.
Se dice que un monje asceta de origen indio llamado Drama viajó a China en una peregrinación y como se quedó dormido en plena meditación al día siguiente se cortó los párpados y los aventó a la tierra. En el lugar donde lo hizo creció una planta que él mismo llevó a Japón, así se inició el consumo de esta bebida en los monasterios Zen japoneses.
Más tarde se instauró la “Ceremonia del Té” japonesa cuya práctica se lleva a cabo en estancias o cuartos especiales a los que se accede desde la vivienda por un camino que atraviesa un pequeño jardín y está directamente asociada con los rituales del budismo.
Hacia 1600, los holandeses y portugueses comenzaron a introducir el té en Europa distribuyéndolo en países como Francia, Alemania e Inglaterra. También llegó a Rusia cuando los chinos le regalaron un cargamento del mismo al Zar Alexis.
Aunque en Inglaterra se acostumbra tener la hora del té, no es sino hasta 1662 cuando el Rey Carlos II se casa con la princesa portuguesa Catalina de Braganza que ésta lo introduce en aquel País.
El té se tomaba a cualquier hora del día, pero en una ocasión la Duquesa de Bedford se sintió mal en la tarde y pidió que le preparan un bocadillo y una taza. Como le agradó la idea comenzó a invitar a sus amigos todas las tardes para degustar la bebida y así fue como nació la tradicional hora del té inglesa.
Hoy el té en sus diferentes presentaciones se ha convertido en una bebida popular que lo mismo se consume en cafeterías o en el hogar pues sus propiedades suelen ser relajantes o curativas y aunque la gente a veces lo prefiere al café, se debe saber que contiene la misma cantidad de cafeína.
El gusto por el té ha llevado a crear nuevas tecnologías que faciliten su consumo, como la tetera de Sunbeam que utilizando el mismo principio de colar café con filtros en una cafetera, pone a disposición de los amantes de la hierba una forma fácil y rápida de prepararlo.
Como el té se puede tomar frío o caliente, Emsa ha creado la jarra térmica Cariba, para que las personas puedan mantener su bebida a la temperatura deseada por más tiempo.
Sin duda el té estará presente en nuestras vidas por mucho tiempo, ¿por qué no animarse a probar una tacita de uno de los varios sabores que tenemos al alcance?