¿Tú dime: se lee con los ojos o con la mente?
Por Tere Resa
A propósito de la exposición que se presentó en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México: “José Saramago: la consistencia de los sueños”, se me ocurrió reflexionar en torno a uno de sus libros con mayor éxito: Ensayo sobre la ceguera.
Se me ocurrió a propósito del momento que estamos viviendo en el mundo: el de la intranquilidad, que, en el caso del libro, es el miedo. Es sabido que, cuando se siente, se actúa de dos maneras: se paraliza la mente o uno se vuelve creativo: “El miedo ciega, dijo la chica de las gafas oscuras, Son palabras ciertas, ya éramos ciegos en el momento en que perdimos la vista, el miedo nos cegó, el miedo nos mantendrá ciegos.”
Todos están ciegos menos la esposa del oftalmólogo porque a ella la idea de quedar ciega no la asustó; por el contrario, la puso en estado de alerta y se dio cuenta de que lo mejor era actuar.
También hay un tuerto y un ciego de verdad: uno sabe vivir con su disminución visual; el otro sabe aceptar que tiene el problema y aprende a vivir con él en lugar de lamentarse: se orienta en el espacio, sabe lectura braille, toma decisiones -tal vez no muy acertadas- pero las toma; en suma, sabe manejarse en un mundo de gente que ve. ¿Ve?
Los buenos y los malos tienen el mismo problema: la ceguera blanca. ¿Pero es que puede ser de otro color? No lo sé, tal vez sí. Sé que existe la ceguera nocturna, la ceguera parcial, la ceguera total… Dentro del libro, el gobierno del lugar ignora si es solamente epidemia o puede ir un poco más allá. ¿Endemia? Quizás. Hasta las imágenes en las iglesias tienen los ojos vendados -un sacerdote celoso de su deber se los pintó en el caso de los cuadros y les colocó vendas a las esculturas. Además, hay un perro, el llamado perro de las lágrimas, ¡y los perros ven en blanco y negro! ¿Qué tienen en común todos estos entes? Es una buena pregunta.
Primero, debo señalar que no es lo mismo mirar que observar o ver. Dice el diccionario de la Real Academia Española que el primer verbo es “dirigir la vista a un objeto”; el segundo, “examinar atentamente”; y el tercero, “percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz”. En el Ensayo tenemos personajes que miran, personajes que observan y personajes que ven. Y son personajes sin nombre y uno, como lector, no se pierde. A cada sustantivo común añade el autor un adjetivo, una frase adjetiva, una aposición, un complemento adnominal o un participio para describir a los personajes. Esto es impresionante: no hay sustantivos propios. Y es que en un mundo tan impersonal, tan egoísta y tan egocéntrico, los demás no importan.
Una narración maravillosa que se logra a base de comas, puntos y seguidos y puntos y aparte. El uso de las letras mayúsculas después de coma aparece como una irreverencia a las normas ortográficas establecidas desde hace mucho tiempo. ¿Y qué no lo es también ignorar las reglas de la moral, del civismo y de la educación?
Saramago propone, en su microcosmos, un reordenamiento de la civilización, un volver a empezar, un redimirse, una nueva oportunidad para todos aquellos que quieren mirar, observar, ver y convivir en una nueva sociedad.
Bibliografía:
Ensayo sobre la ceguera
Autor: José Saramago
Editorial: Punto de Lectura
Costo: 145 pesos
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