Cultura y tradición viva es el son de Veracruz. Cada año ser ealiza en Tlacotalpan el Festival de Jaraneros, es una celebración espectacular, pues la música llena de algarabía las calles de este poblado, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La celebración se realiza siempre en la fechas que rodean a la celebraciones de La Candelaria cuyo día es el 2 de febrero. Dos semanas podemos ver que el Son veracruzano es una cultura viva que se sigue transmitiendo de generación en generación.
Hoy , la comunidad de 99 músicos de Boca de San Miguel, Tlacotalpan, Veracruz, fue reconocida con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, por mantener durante seis generaciones dicha tradición. El INAH formuló esta candidatura con el objeto de promover la valoración social de la diversidad musical de México, y con ello la conservación del patrimonio cultural intangible.
En la confluencia de la sierra de los Tuxtlas y la baja cuenca del río Papaloapan, al sur de Veracruz, dos familias de músicos, bailadores, versadores y lauderos han mantenido por seis generaciones una de las tradiciones musicales más importantes de la región: el son y fandango comunitario; por esta razón sus integrares recibieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, en el campo de Artes y Tradiciones Populares, entregado la víspera por el presidente de México, Felipe Calderón.
La comunidad de músicos tradicionales formada por las familias Vega-Utrera es originaria de la región del Sotavento, de Boca de San Miguel, Tlacotalpan; y Hato, Santiago de Tuxtla, Veracruz. La integran 99 miembros que pertenecen a seis generaciones herederas de esta tradición, de los cuales 12 ya fallecieron pero siguen considerándose parte importante de la comunidad.
Tradición familiar, encabezada por Andrés Vega Delfín y Esteban Utrera Lucho -este último fallecido el 24 de octubre pasado-, ambos son considerados pilares del resurgimiento del son, luego de que continuaron la tradición a pesar de que en los años 50 comenzó a perderse.
De acuerdo con la antropóloga Amparo Sevilla, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), hasta mediados del siglo pasado los núcleos familiares tuvieron papel fundamental en la transmisión de los saberes, y permitieron el desarrollo de todos los oficios de las artes populares, pero en la actualidad son escasas las familias que siguen cumpliendo esa labor.
Dos de ellas, dijo, son los Vega y los Utrera, cuyos músicos, cantantes, versadores, bailadores y lauderos son los más destacados del Sotavento, por su tiempo de existencia, número de miembros y calidad interpretativa.
Por esa razón, el INAH consideró oportuno proponer la candidatura de la “Comunidad de Músicos Tradicionales formada por las familias Vega-Utrera”, para ser reconocidos con el más alto honor y reconocimiento nacional a los mexicanos, que con su obra y trayectoria han hecho aportaciones trascendentales a la ciencia, la cultura, el arte y la tecnología.
La candidatura lanzada por el INAH contó con el apoyo del Instituto Veracruzano de Cultura, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y la Red Nacional de Intérpretes y Promotores de la Música Tradicional Mexicana AC.
La antropóloga Amparo Sevilla, quien formuló el expediente para proponer esta candidatura, a partir de sus investigaciones en el Seminario Permanente para la Salvaguarda de la Música Tradicional Mexicana, destacó que Vega Delfín y Utrera Lucho, además de intérpretes sobresalientes de guitarras de son, han sido formadores de nuevas generaciones de músicos; el primero continúa entregado a su tierra como guardián del fandango comunitario.
La investigadora explicó que durante los años difíciles de la tradición, entre los 50 y 70 del siglo pasado, cuando la sociedad le dio la espalda a la fiesta tradicional del fandango, ambos músicos se mantuvieron arraigados en su comunidad resguardando su patrimonio cultural, al mismo tiempo que desarrollaron varias actividades paralelas.
Andrés Vega Delfín nació el 24 marzo de 1931 y aprendió el oficio de carbonero y a fabricar cayuco. Durante muchos años fue pescador y sembrador de granos tradicionales de la zona, pero acompañaba a su padre en fandangos y gracias a su oído privilegiado aprendió la jarana de él y otros músicos, años después se convirtió en guitarrero de son y por varias décadas amenizó los fandangos de la región.
Con la llegada de las nuevas modas musicales de mediados del siglo XX, la sociedad jarocha abandonó su tradición, sin embargo don Andrés “resistió la tentación” de irse a tocar a otras ciudades donde la música se comercializaba. Cabe recordar que su trayectoria motivó que en 2007 el Gobierno del Estado de Veracruz creará una medalla que lleva su nombre, para reconocer a los músicos tradicionales de la región; se entrega anualmente, durante la fiesta de la Candelaria, en Tlacotalpan.
Por su parte Esteban Utrera (1920-2012), a los seis años de edad aprendió a tocar con su padre y su abuelo, mientras combinaba las actividades de vendedor de pescado con las de campesino, labraba la madera y desarrollaba la habilidad de la laudería por instinto. En su juventud fue un reconocido bailador de fandangos. Se distinguió en la ejecución de guitarra de son y requinto, hasta llegar a ser uno de los viejos guitarreros mas reconocidos de la región. En 2009 recibió la “Medalla Andrés Vega Delfín”.
Andrés Vega es integrante del grupo Mono Blanco y Esteban Utrera pertenecía a Los Utrera. Descendientes de ambos también integran grupos reconocidos como Los Vega, Son de Madera, Los Cojolites, Caña Dulce-Caña Brava y Son del Hato.
La antropóloga Amparo Sevilla destacó que es estimulante que la calidad artística de estas dos familias sea valorada, pero “lo más importante del Premio Nacional de Ciencias y Artes es que en las artes y tradiciones populares se reconozca a las comunidades como depositarias del conocimiento y en esto, las familias juegan un papel principal”.
Además de transmitir la tradición musical a las nuevas generaciones, y de difundir el son en escenarios nacionales e internacionales, los Vega-Utrera siguen organizando el fandango comunitario en sus casas y en sus comunidades, reproduciendo una gran cantidad de representaciones cosmogónicas que intentan explicar la vida a través del baile y la música, pero también de los versos y los sones, que a veces tienen motivo festivo y otras religioso o luctuoso.
Con esta propuesta, dijo Sevilla, el INAH contribuye a promover la valoración social de la diversidad musical que tiene México, ya que el país tiene un enorme mosaico de culturas musicales de gran profundidad histórica, y con ello la conservación del patrimonio intangible.
El premio fue recibido por Andrés Vega Delfín en representación de la comunidad musical. A decir de Octavio Vega, hijo de Andrés, también integrante de Mono Blanco, “este premio fue una sorpresa para ambas familias, lo único que pensamos en este momento es que ha sido fruto del trabajo de muchos años y es un aliciente para que esto siga floreciendo por muchos años más”, finalizó.
Información: INAH
Fotos: cortesia de las familia Utrera y Vega