El mariachi tradicional, que aún pervive en el Occidente de México, cultiva el minuete para entablar “comunicación con los santos y acompañar a los niños que fallecen a su última morada”; una muestra de este género se reúne en el libro-disco “Velada de Minuetes en la Catedral de Guadalajar”, editado por la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Con el número 57 se publica este disco de la serie Testimonio Musical de México (TMM), es el segundo volumen dedicado a recoger —en dos discos compactos— las presentaciones de grupos tradicionales de este género que se presentaron en dicho recinto religioso, en septiembre de 2010 y 2011, como parte del Encuentro Nacional de Mariachi Tradicional.
A diferencia de los mariachis “modernos o comerciales”, los tradicionales no utilizan las trompetas en su dotación. Estos grupos prosiguen con la interpretación del minuete que “es la música para los angelitos y para los santos; la otra música (sones, jarabes, que se zapateaban) es para nosotros los vivos”.
Sobre el origen del minuete, el autor del estudio introductorio de los discos dijo que “algunos investigadores han rastreado las características de los minuets europeos de los siglos XVII y XVIII, básicamente como un género secular y dancístico, y de España pasó a sus colonias. Para finales del siglo XVIII, en Europa el minuet dejó de ser bailable y pasó a ser pieza para ser escuchada, de manera estática y en silencio.
En realidad los minuetes se forjaban en las veladas, cada mariachero iba haciendo los cambios que le parecían convenientes, pero es una tradición viva que está sucediendo en las comunidades de zonas rurales, que es donde pervive la tradición, se tocan en pequeñas ermitas y en las iglesias grandes, durante la fiesta de los santos y los velorios. Actualmente, en Cocula, Jalisco, hay un compositor de nota, de conservatorio, que está componiendo minuetes y los escribe en partitura.
Músicos de nota y de tradición
En el disco Velada de Minuetes en la Catedral de Guadalajara participan grupos como Charanda y Grupo Valle, del Distrito Federal; el Mariachi de Ostula, Aquila, Michoacán, y Los Tíos, de El Alcíhuatl, Villa Purificación, Jalisco, éste último porta la tradición de su comunidad: fiestas, jaripeos, cumpleaños, así como la música para el templo.
También el mariachi Retrosón, de Cocula, Jalisco, músicos de nota que retoman la tradición mariachera o, bien, el mariachi Once Pueblos, de Armería, Colima, formado por jóvenes estudiantes de la música tradicional.
Entre los grupos de extracción indígena se halla el mariachi huichol Nubes de la Sierra, de Santa Catarina, Cuexcomatitán, municipio de Mezquitic, Jalisco, que tiene la dotación de violín, vihuela y tololoche. Además de la llamada Partida de Labeleros, dos violines y arpa, y grupo de Paskolas, del Centro Ceremonial Mayo de Tehueco, en el municipio de El Fuerte, Sinaloa.
Asi mismo, quedaron registradas las participaciones del Mariachi Cora, de Tepic Nayarit, que no es indígena propiamente sino de campesinos mestizos; la agrupación de El limón de los Ramos, poblado cercano a Culiacán, que conserva la tradición serrana de Badiraguato; y El Mosquito, de San José, California, Estados Unidos, formado por migrantes.