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Pátzcuaro, su lago, sus islas y sus pintorescas riberas

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PATZCUARO ES UNO DE LOS LAGOS MÁS BELLOS DE MÉXICO Y DEL MUNDO

Pocos lugares en México han sido tan celebrados por su serena belleza como el lago de Pátzcuaro. El lago más fotogénico, el más retratado, lo llamaría yo.

Un gran espejo azul enmarcado entre volcanes y bosques de pino, sazonado con cientos de aves que revolotean sobre el agua.

Tal espectáculo, por sí sólo, bien vale el viaje, pero dicha laguna, siempre diferente, siempre inagotable, tiene mucho para presumir en sus riberas y alrededores.

Pátzcuaro es una provincia que conserva sus recias personalidades indígena y colonial, el colorido de la artesanía purépecha, elaborada con las manos en el corazón, la sobriedad y elegancia de los palacios y templos virreinales.

La ciudad de Pátzcuaro es un museo gigante donde cada calle es un poema visual horizontal y cada construcción, un poema vertical. Por algo ingresó a la lista de las ciudades más bellas de México, la exclusiva lista de los 32 Pueblos Mágicos.

Como si no fuera suficiente la belleza arquitectónica de esta población, todavía presume un lago de ensueño que reposa a sus pies, y dentro de éste, ocho islas, por demás peculiares, que se pueden visitar y disfrutar (Janitzio es sólo una de ellas y, por cierto, bastante comercializada ya, sobrepoblada y sobrevisitada).

En este viaje conocemos las otras islas habitadas importantes: Yunuén, Pacanda y Tecuena, un rosario de perlas que reposa sobre un terciopelo azul de agua.

Yunuén. Viviendo en una isla

En las cabañas de esta isla se disfruta de uno de los despertares más placenteros en este país. En medio del lagote Pátzcuaro al abrir la ventana de la acogedora cabaña de madera se asoman, en la tersura azul del agua, las islas Tecuena y Janitzio, al sur, y la isla Pacanda, al norte. Con el canto de las calandrias y el vuelo de las golondrinas como adorno, que abundan en Yunuén, cualquiera de sus cabañas turísticas es un refugio de tranquilidad.

La pequeña isla Yunuén tiene su capilla y panteón, escuela y andadores empedrados entre las viviendas con techo de teja de sus alrededor de 200 habitantes que, en general, la mantienen limpia.
En la parte más alta de la isla un grupo de comuneros purépechas del lugar construyó, mediante un préstamo de los gobiernos estatal y federal, nueve cabañas de madera, como las que se ven en la meseta tarasca de Michoacán.

“No ha sido fácil desarrollar este proyecto”, dice Mauricio Diego, administrador. “Pero para mis compañeros y para mí, que nacimos en la isla, es una satisfacción haber logrado esto y recibir y atender a quienes nos visitan de muchos estados. Y además con este trabajo no tenemos que irnos al otro lado, como muchos compañeros”.

Pacanda. El único pueblo sin coches

Calles, sí, y banquetas y casas, como cualquier pueblo… con dos escuelas, iglesia, quiosco en el parque central y tienditas, pero sin un solo automóvil que rompa la infinita tranquilidad de esta isla plana y circular con sólo seis calles en un sentido y seis en el opuesto, y alrededor de 400 habitantes.

Ubicado en la ribera oriente de la isla, el restaurante construido por una cooperativa de lugareños nos espera con los aromas michoacanos que van directo al paladar, el del caldo de pescado, el de las corundas, de los charales fritos con salsita y de las tortillas del comal.

La isla Tecuena, pequeña y poco habitada, también se visita en un paseo en lancha, y la Tecuenita, pequeño islote a su lado de unos cuantos metros de diámetro, es quizá la isla más pequeña de México.

Tzintzuntzan. Tres culturas abrazadas

Esta amable población asentada en una de las riberas del lago de Pátzcuaro conserva, en una plataforma en las alturas, sus templos prehispánicos semicirculares, las yácatas, que quieren recordar al visitante que ésa fue la capital del territorio purépecha antes de la llegada de los
conquistadores hispanos.

En contraste, a unos metros se encuentra el convento construido por franciscanos en el siglo XVI, con su estupenda capilla abierta, y un muy amplio atrio con olivos centenarios como ornamento de lujo histórico.
Las construcciones modernas de Tzintzuntzan alojan tiendas que guardan todo el colorido, las formas y texturas de Michoacán en numerosas artesanías regionales.

Un viaje para empaparnos de la tradición purépecha, para vivirla intensamente. Si quieres realizar esta travesía puedes pedir informes con Edgar Anaya / 55 77 31 61 / [email protected]

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